Del Trabajo Social no se sale indemne

Del trabajo social no se sale indemne1

Las trabajadoras sociales somos escuchadoras profesionales. Somos expertas en la mirada atenta, y si nos da la vida, si no se nos comen las agendas, si estamos atentas, somos a la vez espectadoras y actoras en un despliegue de relaciones que transforman e impactan tanto a las personas con las que trabajamos, como a nosotras mismas.

En el despacho hilamos vínculos de diferentes colores, texturas y tamaños. La ligereza de hilos que vamos trenzando no impiden la consistencia de una historia, de muchas historias con nudos comunes. Con las hebras de cada una, propias y ajenas, vamos avanzando en la narrativa. No es que sea difícil hacerlo solas. Es que es imposible.

La confianza es la urdimbre que entrelaza y da consistencia a nuestro trabajo social. Es la malla en la que desarrollamos la relación de coordinación, de interconsulta y de ayuda.

La relación de ayuda

Es un espacio de encuentro entre personas, un escenario donde, como diría Serrat, cada una es cada cual y baja las escaleras como puede.

Es una zona de intercambio recíproco donde se construyen relaciones genuinas que incorporan la consideración y el cuidado hacia el otro.

Estoy razonablemente segura de que la corresponsabilidad lleva consigo, que la persona con la que trabajamos participe de una forma activa y sea protagonista en su proceso. La profesional ya no es quien lo hace todo.

Es poco probable salir ilesa de una relación que conlleva un contacto directo y permanente con el dolor, la falta, la desesperanza. Todo ello nos interpela e impacta, nos conecta con dolores, faltas y desesperanzas propias.

Nos impregnamos de otras vidas y otras suertes. Es una oportunidad de ampliar la mirada. De ver más allá de nosotras.

Esto también me genera algunas preguntas:

¿Mi supuesto saber es incuestionable? ¿Estoy dispuesta a ceder parte del poder que me otorga mi rango de profesional para que la bidireccionalidad en la relación sea más equilibrada? ¿Cómo incorporo la mirada apreciativa a mi encargo? ¿Puedo redimensionar la tramitación burocrática para volver a tejer relaciones con las personas que atiendo, fuera del papel?

Me asaltan las dudas de que el trabajo social, aquí y ahora, cambie las cosas, reinvente clichés, contribuya a hacer un mundo más igualitario, más justo. Aun así, tengo la certeza de que, si algo se mueve, vendrá de la mano de la comunidad, devolviendo el espacio legítimo a la ciudadanía con la que trabajamos.

1Josefa Fombuena-Valero en su capítulo Relación de ayuda: la consideración debida (pag. 153-164), en el libro coral que publica Aranzadi, Supervisión: Hacia un modelo colaborativo y transadisciplinar.

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